miércoles, 19 de octubre de 2011

Insistiendo en el paseo, pero por otros bosques

Cómo cantaba la negra

Ardía la madera del contrabajo como leño en bosque ourensano en octubre. De repente, alertado por el bullicio, el bombero entró en el club con manguera en mano dispuesto a sofocar el incendio, pero la voz caliente de la cantante negra dejó seca la toma de agua municipal y boquiabierto a nuestro héroe. Se sentó en una mesa de la primera fila, apartó el cenicero, por si los rescoldos se reavivaban, y el funcionario, con gestos discretos, pidió a la mesera un güisqui en las rocas.
 
Al Capone amaba el jazz

Leído en El País
 
Convendría puntualizar este titular. Alphonse Capone, como descendiente de napolitanos, amaba el bel canto y veneraba a Enrico Caruso. Pero Capone era hijo de su tiempo y también apreciaba el jazz. De hecho, el desarrollo del jazz hubiera sido más lento de no haber contado con el patrocinio de Capone y otros gánsteres.
El sábado, Canal + 2 ofrecía una maratón de Boardwalk empire, la primera temporada de la serie. Allí aparece Capone trabajando de máquina de matar, aunque humanizado, como corresponde a las convenciones de la HBO: es el padre frustrado ante la sordera de su hijo, aparentemente ignorante de que la dolencia derivaba de su propia sífilis. El personaje está metido con calzador en lo que es una crónica de la corrupción política en Atlantic City, muy lejos de su territorio. Pero me empuja a buscar información sobre la leyenda de Caracortada Capone como santo patrón del jazz. Inevitablemente, la Prohibición supuso la proliferación de tabernas, clubes y prostíbulos donde se podía consumir alcohol. Bastantes locales eran controlados directamente por bandas de contrabandistas y necesitaban músicos que animaran aquello. Se recurrió a los jazzmen (en muchos casos, negros), para consternación de los sindicatos de músicos (reservados a blancos), que consideraban semejantes sonidos "vulgares". En Chicago, los jazzmen gozaron de la simpatía de Al Capone y su hermano Ralph. Dejando aparte su modus operandi, parece que Al carecía de prejuicios raciales: se casó con una irlandesa, admiraba a los judíos y daba empleos a negros. Algunos, como el contrabajista Milt Hilton, complementaban sus ingresos distribuyendo licor. En esas labores, Milt sufrió un accidente que hubiera sido aún más grave si llegan a amputarle un dedo. Según recordaba Hilton, llegó Al Capone justo a tiempo y advirtió al médico que debían preservarle la mano. Era una orden y así se tomó; Capone se ocupó de todos sus gastos hospitalarios. No todos los jazzmen tuvieron encuentros gratos. Fats Waller fue secuestrado en Chicago y llevado a la localidad contigua de Cicero, donde los Capone habían abierto incluso un Cotton Club, en imitación del cabaret de Harlem. En realidad, se esperaba que Waller animara la fiesta de cumpleaños de Al, cosa que hizo durante los tres días siguientes. Volvió con los bolsillos llenos de billetes, pero con el miedo en el cuerpo. El guitarrista Eddie Condon decidió dejar de tocar en el Alcázar al descubrir que el propietario era Capone. Si estaba el jefe, la juerga mantenía cierto decoro pero sus hombres tendían a la violencia, como comprobó el cornetista Jimmy McPartland: "Un mafioso podía romper una botella en la cabeza de alguien, luego se la restregaba por la cara y terminaba dándole patadas; mientras, nosotros no debíamos dejar de tocar". Muchos jazzmen de aquella generación transformaron en anécdotas sus encuentros con Al Capone. Y la mayoría eran risueñas: Earl Hines recordaba propinas de 100 dólares. Otros no se sintieron tan impresionados: Capone prefería las melodías sentimentales. Lo cierto es que Al brillaba en comparación con su hermano menor, más brutal en público. Y se reveló como un maestro en las relaciones públicas. Sermoneaba a los músicos jóvenes, para que no olvidaran escribir a sus madres y les recomendaba asistir a oficios religiosos. Les prevenía contra los peligros de las drogas, aunque él era un consumidor secreto de cocaína. Revisando Boardwalk empire, uno descubre la escasa distancia entre el gánster y el modelo estadounidense del cacique, el boss que controlaba una ciudad, como hacía Nucky Johnson en Atlantic City. El Capone histórico no estaba tan pulido pero dominaba el arte de despertar empatía en sus encuentros. En unos minutos, llegaba a la intimidad y se ganaba la amistad de personas que olvidaban convenientemente el modo en que se ganaba la vida. Tenía maneras de político aceitoso. Aunque terminó ejerciendo de músico. Encarcelado en Alcatraz, formó un trío con otros presos. Tocaba el banjo, un invento afroamericano, pero recaló finalmente en la mandolina, tan mediterránea. No le ganó simpatías. En 1936, estaba mostrando su nuevo instrumento a un funcionario cuando un penado rencoroso le clavó una cuchilla de barbero. Capone lo superó y viviría 10 años más.





Primer paseo por el blogobosque

Arde Galicia co lume forestal. 19/10/2011

Leído en el país


La provincia de Ourense parece un campo de batalla tomado por el fuego desde hace ya casi una semana. En los LIC (Lugar de Interés Comunitario), Red Natura, ZEPA (zonas de protección de aves), parques naturales y alguna Reserva de la Biosfera se elevan columnas de humo. Los paisanos tratan de combatir el fuego pertrechados con ramas y tractores. Las brigadas contra incendios -reducidas a la mitad por la Xunta a comienzos de septiembre, en el ejercicio de su política de recorte presupuestario- no dan abasto. La presencia de los más de 600 soldados del Ejército, además de 30 autobombas y 10 vehículos nodriza, que el Ministerio de Defensa ha desplegado fundamentalmente en la provincia son insuficientes para aplacar la voracidad de las llamas.
Fuentes de los servicios forestales y alcaldes de los municipios afectados cifran en torno a 6.000 las hectáreas arrasadas en el gran fuego que desde el viernes campa por el Macizo Central orensano. En otro extremo, en el Parque Natural del Peneda-Xurés, Reserva de la Biosfera, las hectáreas quemadas superan "con creces" el millar, según las mismas fuentes. El Gobierno gallego anotó ayer un "gran incendio" más (clasificación destinada a los que superan las 500 hectáreas quemadas) a estos dos que afectan a espacios altamente protegidos. El fuego se adueñó en la madrugada del martes de la Serra de San Mamede, en el término municipal de Maceda. Vecinos de los pueblos de Castro, Escuadro, Santirso y Calveliño do Monte en este municipio, fueron desalojados de sus viviendas con el ganado. La Consellería de Medio Rural del Gobierno que preside Alberto Núñez Feijóo -que además de reducir la plantilla de brigadistas desmanteló la de la policía de vigilancia- ha comenzado a reconocer la evidencia de la devastación. El propio presidente de la Xunta explicó ayer así la situación de emergencia: "Los 400 fuegos en tres días, la mayoría por la noche, la mayoría concentrados y la mayoría siguiendo los mapas de comunicación, acreditan que lamentablemente en Galicia hay un problema enorme con la delincuencia forestal". Las palabras del actual presidente de la Xunta fueron rebatidas con dureza, no por PSOE o BNG, sino por el propio Feijóo. Lo hizo hace cinco años, cuando él era el líder de la oposición y al bipartito le tocaba gestionar una ola de fuegos. Entonces el político del PP afirmaba que más de cien fuegos diarios es un número "normal en momentos de crisis de anteriores años" y que atribuir la catástrofe a que "ahora hay incendiarios y antes no, o a las condiciones climatológicas" es "desconocer la realidad". "Galicia recuerda a un país africano donde la gente tiene que proteger sus bienes con cubos y solventar personalmente sus problemas", proseguía Feijóo en agosto de 2006 sobre la gestión del bipartito. Y remachaba: "No podemos evitar decir que es el peor operativo de los últimos 20 años". El Feijóo de 2011 opina que la oposición debe estar "a la altura" para combatir "a los verdaderos culpables" de los incendios que, subraya, "no son ni las brigadas ni el dispositivo, nunca lo fueron". "Este es el momento de vigilancia, extinción y denuncia, no de hacer política ni partidismo", afirmó ayer Feijóo, quien se niega a reconocer ninguna relación entre la expansión de las llamas y la negativa de su Gobierno a prorrogar más allá de septiembre los contratos de los brigadistas que trabajan en verano, pese al inusual calor de este mes de octubre. El dispositivo de extinción, según el presidente de la Xunta, "funciona" y la situación no tiene nada que ver con la que vivió Galicia en agosto de 2006. Entonces "el problema era que [los fuegos] no se apagaban a tiempo".